Bien, tengo algunos pendientes. Por ejemplo, hacer un complemento de pago en el SAT, ¿a ustedes les toca ese trámite? Me parece de lo más absurdo tener que comprobar que me pagaron. Cuando aquel dinerito básicamente se esfumó. Se fue en pagar rentas, deudas, depósitos a tal y a cual. Y resulta que ahora yo, ciudadana común, debo comprobar que mi empleador no está defraudando al fisco. Una verdadera situación kafkiana. Si no fuera por Kafka, por la ilusión de que estoy haciendo algo novelesco, esto me resultaría insoportable. Pero no estoy para hablar de lo insostenible, ¿o sí? Vengo a hablar de libros.
Ayer o anteayer, me acordé de uno que disfruté mucho en mi juventud, lo leí varias veces. Como que necesitaba conocer todos los detalles de la historia, me refiero a La insoportable levedad del ser, una novela que, sí, es de amor y de amantes. El chiste es que me acordé de esta portada, de la silueta del perro, y sentí un golpe bajo. Todo en esa novela es un golpe bajo, es un juego sentimental. Por favor, cuando la lean, no se encariñen mucho con nadie y tampoco se desesperen. Al inicio es compleja. El narrador se eleva y habla de Nietzsche, de Beethoven y hasta un pentagrama nos inserta; después se va relajando y se convierte en una novela de amor y de amantes. De la que pensé, después de haberla leído tres o cuatro veces, que jamás olvidaría el nombre de los protagonistas. Sin embargo, estuve media hora escribiendo varios nombres en un cuaderno sin atinarle, hasta que me rendí y busqué en Google: Teresa y Tomás, ellos son los protagonistas de esta historia de amor imbricada donde también hay un perro.
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